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AHORA O NUNCA
El detective se despierta súbitamente como si lo hubieran
tocado con un dedo filoso. La araña, negrita y culona, una novia de la
juventud, camina hipnótica por la pared hasta llegar a la ventana. Ahí se queda.
El detective se levanta, corre la cortina y en la vereda de enfrente la ve: una
vieja intensa, desnuda o vestida con trapos, una vieja desnuda y harapienta. La
vieja lo mira. Ojos de pescado frío. La vieja levanta un dedo para señalarlo y
el dedo se alarga en la noche en una mala película de horror. Entonces el
detective se despierta súbitamente como si lo hubieran tocado con un dedo
filoso. En la pieza todo es oscuridad. Prende el velador y pasea la vista.
Nada. Pero siente que algo. Una presencia, una invisibilidad, aire convertido.
Pero nada. Solamente una mosca. Una mosca que parece dibujada. Un carboncito
levitando. Una mosca que le habla. Es ahora o nunca. Muerto este perro se acabó
esta rabia. El detective le contesta mudo que ese perro ya murió en el pasado.
La mosca se ríe a la manera de las moscas. El detective se despierta
súbitamente como…
Amanece en González Satán. Igual que en cualquier lado. Las
cosas van adquiriendo color. Los seres diurnos se van desperezando y los
nocturnos se esconden en las fisuras del día.
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