domingo, 26 de junio de 2016

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DESTINO
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DETECTIVE II

Sos un detective recién llegado de la ciudad capital. Es la primera vez que pisás el suelo polvoriento de González Satán. Un perro monta a otro en el medio de la plaza. Recordás una garrapata que mataste en cierto patio. Las nubes aceleran al tiempo y pasa un mes.
Un problema entre brujos. Una gallina degollada en el paredón del cementerio. Las moscas hablan un idioma que empezás a reconocer. Los chicos perdidos en las montañas de basura, semen extranjero y una oración que te ata al mundo. Una giganta y un dogo. La banda de hard-rock más fea. El hotel París a la tarde. Recordás a la garrapata que mataste ayer. Siempre hubo un patio. Siempre en algún lugar de las cosas hubo un patio. Y las nubes que pasan una cara más del tiempo. Un crimen. Una chica hermosa. Macetas ordenadas en un patio y la baba que deja el caracol una cara más del tiempo. El tren se detuvo y el andén comenzó a moverse. Cuando comprendés que tendrías que haber regresado a la ciudad capital ya es tarde.

-Si a pesar de todo intentás escapar, pasá al EPISODIO 67.          


-Si decidís quedarte en González Satán, también pasa al EPISODIO 67
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DETECTIVE I

Nuestro detective llegó hace un mes de la Ciudad Capital. Nunca sabremos quién lo contrató, ni para qué, ni cómo. Datos que la historia no reclama. Pero sí adelantaremos que el detective irá perdiendo la cordura. O, mejor dicho, irá poco a poco padeciendo los síntomas de eso que solemos llamar locura al no poder precisar mejor. Al ignorar las aventuras y desventuras de una mente que agudiza las percepciones al extremo. La historia cuenta que nuestro detective se irá volviendo loco y punto. La historia cuenta que nuestro detective llegó hace un mes de la Ciudad Capital y durante ese tiempo recorrió gran parte de González Satán, a la que describe así al comienzo de su libreta de notas:
“González Satán es un revoleo de casas grises y bajas, construidas al azar por sus propios dueños albañiles desempleados o aprendices que fue creciendo sin premeditación ni trazado municipal…”
“…un laberinto urbano de grandes proporciones…”
 “…una localidad miserable con muchísimos habitantes, con un alto índice de delitos, donde sobresalen el narcotráfico y la prostitución. Pero también el hurto y la violencia en, prácticamente, todas sus manifestaciones…”
“…es mucho el dinero circulante apostado en las peleas de perros y de gallos…se juegan a una dentellada o a un espinazo roto el sueldo del mes…ganen o pierdan se emborrachan…”
“…hay un asentamiento gigante llamado El acantilado…”
“…las montañas de basura del inmenso basurero municipal delimitan la frontera de González Satán hacia el oeste, donde comienza la llanura pampeana…”
“…los habitantes en apariencia católicos terminan consultando a brujos o curanderos o adivinos en situaciones límites…las aspirinas junto al ajo forman parte del botiquín…”
“…en muchos aspectos González Satán parece una ciudad medieval…perros hambrientos deambulan por las calles…y no hay gatos por ningún lado”
“esto parece la capital de la superstición…”

viernes, 10 de junio de 2016

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CREPUSCULAR


El arroyo Las Catonas, que está hecho de aguas y gemidos, cruza a González Patán por la mitad como una cicatriz que habla. Las cicatrices resguardan una historia. Y merodean una verdad sin llegar a serla. El arroyo Las Catonas se pierde hacía un lado y se pierde hacía el otro. Y nosotros lo cruzamos como si fuéramos una cicatriz en movimiento. Con La Petisa somos, nos creemos, una cicatriz en el mundo. El tiempo, que todo lo cura, no cura nada. Lo sabemos y por eso amamos la velocidad de los caballos veloces. El tiempo lo único que hace es enfermarnos y la velocidad hace que todo lo demás transcurra lento. González Patán es una ciudad crepuscular y eso nos encanta. Andarla a caballo. Como si montáramos el caballo que se monta a la ciudad. La velocidad de los animales negros, le empiezo a decir a La Petisa. Y ya me mira con su único ojo, con su guiño permanente. Animales anochecidos, le digo, y ya sus manos se me van trepando al cuerpo como si yo fuera una pared. Sabanas negras, le digo, sábanas negras colgando en el patio de un burdel. A La Petisa le encanta la mala poesía. Sábanas negras colgando en el patio de un burdel movidas por el viento. Sábanas negras mojadas por la llovizna fina y ligera. Ondulando, las sábanas. Negras y mojadas las Sábanas negras. Negras y más negras, como las aguas del arroyo Las Catonas. Y gemidos.