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DETECTIVE III
La obsesión no es buena consejera. Sí es una consejera
obstinada. El detective se obsesionó. Mandó cartas aquí y allá. Le respondieron
afirmativamente de ciudad capital. Visitó al secretario del sindicato de
comercio de González Satán. Visitó al comisario de la única comisaría de
González Satán. Tuvo charlas con Raúl, un brujo influyente. Accedió a archivos
privados. Recorrió juzgados. Revisó causas. El chico de las moscas en los
últimos 100 años había muerto tres veces. Requisaron el registro civil. Certificados
de defunciones. Desenterraron tres tumbas que hallaron vacías. Hablaron con
tres madres, una epiléptica y demente, otra sordomuda y la tercera con alzheimer.
Rastrillaron las montañas de basura y lo único extraño que encontraron fue a un
toro extraño. Un toro que se les vino encima, furioso y cuando le dispararon
pareció feliz. El toro apenas se resistió, pensó el detective. Cuando
intentaban interrogar al chico de las moscas sus únicas palabras eran moscas
que salían volando buscando una ventana para perderse lejos de esta historia. Las
huellas dactilares del chico de las moscas correspondían con tres muertos y dos
desaparecidos. Su detención era secreto de sumario. El brujo Raúl advirtió que
lo liberaran. El comisario se persignó dictaminando que lo decida el juez. La
cordura del detective se alejaba rápidamente de esta historia.