miércoles, 27 de julio de 2016

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DETECTIVE III


La obsesión no es buena consejera. Sí es una consejera obstinada. El detective se obsesionó. Mandó cartas aquí y allá. Le respondieron afirmativamente de ciudad capital. Visitó al secretario del sindicato de comercio de González Satán. Visitó al comisario de la única comisaría de González Satán. Tuvo charlas con Raúl, un brujo influyente. Accedió a archivos privados. Recorrió juzgados. Revisó causas. El chico de las moscas en los últimos 100 años había muerto tres veces. Requisaron el registro civil. Certificados de defunciones. Desenterraron tres tumbas que hallaron vacías. Hablaron con tres madres, una epiléptica y demente, otra sordomuda y la tercera con alzheimer. Rastrillaron las montañas de basura y lo único extraño que encontraron fue a un toro extraño. Un toro que se les vino encima, furioso y cuando le dispararon pareció feliz. El toro apenas se resistió, pensó el detective. Cuando intentaban interrogar al chico de las moscas sus únicas palabras eran moscas que salían volando buscando una ventana para perderse lejos de esta historia. Las huellas dactilares del chico de las moscas correspondían con tres muertos y dos desaparecidos. Su detención era secreto de sumario. El brujo Raúl advirtió que lo liberaran. El comisario se persignó dictaminando que lo decida el juez. La cordura del detective se alejaba rápidamente de esta historia.     

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