viernes, 1 de julio de 2016

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PLAGIO

¿Encontraría a la Giganta? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la calle rota, sombreando las montañas de basura, y apenas la luz de ceniza y braseros que flota sobre el asfalto me dejaba distinguir las formas, ya su silueta larga se inscribía en la avenida Ringo Bonavena, a veces andando de un lado a otro, a veces detenida como un camión detenido a punto de ponerse en movimiento. Y era tan natural cruzar la calle, inventar un mundo, entrar en su órbita terrestre y acercarme a la Giganta que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita realidades o que precisa que el que se mueva sea el tren y no el anden.

Pero ella no estaría ahora en la Ringo Bonavena. Sus tatuajes cortándole la piel estarían esperando al hombre a caballo, quizá estuviera charlando con un tren o cogiendo con un espantapájaros en la habitación maldita del hotel París, el mejor de los peores hoteles de esta galaxia. De todas maneras recorrí la avenida, y la Giganta no estaba…solamente un pac-man negro, su tatuaje perdido. Lo seguí.

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