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SOPA DE LETRAS
Los camioneros son marineros de tierra firme, piensa el
detective. Y la barba le va comiendo la cara. Una lógica desmesurada arma un
rompecabezas sin sentido. Pasan los pueblos pisados por las ruedas del camión.
Un padre mujer enamorado. Una chica hermosa ultrajada en unas montañas de
basura. Un pibe que habla moscas. Un minotauro. El detective revuelve la sopa
de letras buscando la pista, el abecedario real, y lo único que lee es la
palabra HUIDA. Sabe que ya no podrá escaparse nunca, que a donde vaya llevará a
González Satán. Y sigue revolviendo la sopa y las palabras que se forman lo pasean
por los túneles y ve duendas que se ahogan, ve a una mujer enorme acurrucada en
el corazón de la humedad, ve perros muertos. Se le ocurre que González Satán es
una mala genética en el trazado urbano. Pero va más lejos y aparece un barco.
El barco llega a una costa pantanosa y del barco bajan unos negros desnudos de
ojos colorados. Sacan sus vergas y orinan en la tierra, orinan sangre
bautizando la nueva geografía. Bajan fantasmas y ratas. Bajan cadáveres
frescos. Baja una vieja harapienta afilando unos dientes de pescado. En una
mano tiene un ratón sin cabeza. Y con la otra, pero esto el detective no lo
puede ver, agarra la mano de un chico que baja entre las moscas.
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