sábado, 6 de febrero de 2016

42

SCI-FI

Lo poco que sabíamos era que el tren no se detendría nunca y que marcharía a una velocidad constante. Y que era un experimento científico en el cual accedimos a participar. Éramos, lo que se dice, ratones de laboratorio. Nos inyectaron algo en el brazo antes de subir, nos dieron las últimas indicaciones y hasta pronto. No teníamos nada que perder y, tal vez, pudiéramos ganar algo. No sé, el peso de una experiencia. Ser los primeros hombres en el mundo a los que les ocurrió tal o cual cosa. Por lo pronto siempre me gustó viajar en tren.
Con La Giganta recorríamos los vagones sin llegar jamás a uno de los extremos. Parecía ser una formación infinita. Dormíamos donde nos daba la gana y cogíamos donde nos daba la gana. A mí me gustaba en un camarote amplio frente a una ventanilla que mostraba campos y ciudades, amaneceres y atardeceres. Sucesivos. Discontinuados.     
Una vez pasamos, bordeando unas montañas de basura, entre el humo, por un lugar reconocible. Vimos un auto estacionado con una pareja haciendo el amor. Esas imágenes, si bien tenían el peso de un recuerdo, eran como de una memoria ajena. Era como si alguien nos hubiera contado algo y lo hubiéramos hecho propio. Recordábamos cosas nunca vividas. Pasaba el tiempo. Encaramos una llanura interminable. Por la noche la oscuridad era total salvo por unas fogatas esparcidas con la silueta de personas alrededor. Supuse que eran nómades acampando. Había perdido a La Giganta y buscándola me crucé con un negro desnudo. Claramente un mal negocio. Nos miramos afectuosos y seguimos cada uno su camino. Me quedé con la sensación de haber cruzado a un hermano. Un desconocido hermano negro. Seguí avanzando, muchas horas. Fue oscureciendo y solamente iluminaban algo las hogueras que aparecían intermitentemente. Estaban cada vez más cerca de las vías. Me arrimé a una ventanilla y pude sentir el calor de las llamas. Vi de pasada a una petisa que me miró con un solo ojo. Vi a alguien que se parecía mucho a mí. En eso estaba cuando desde el vagón contiguo escuché el gruñido de un perro. 

3 comentarios: