lunes, 29 de febrero de 2016

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YACARÉ

Yacaré, Corrientes, era un poblado fantasma. Una aldea en ruinas asediada por  pantanos y todas calles, barrosas, dando a una ciénaga. Las casitas mudas igual que la plaza principal. La iglesia desmoronada con la mitad del campanario hundido en el  fango. Dejamos el Dodge 1500 bajo un árbol artrítico y ensimismados recorrimos el lugar. El brujo nos guiaba. Parecía aturdido. Como si estuviera buscando explicaciones en un sueño soñado hacía un millón de años. Cada tanto aparecían huellas desconocidas, profundas, afiladas. Exclusividades de esta patria, de este polo magnético de Nana Borokúm. Vimos un yacaré azulado haraganear bajo un arbusto. El brujo se le acercó e intercambiaron opiniones. Hicimos una fogata pegada a unas vías y nos dispusimos a pasar la noche. El Negro, inquieto, miraba de reojo al yacaré. El Bizco tocaba una canción gitana en la guitarra y El Saxofonista cocinaba unas batatas. Con La Giganta fuimos a dar una vuelta. Caminamos en silencio, de la mano. A salvo de todo ¿pero a salvo de qué?      

Detrás y al fondo de muchas cosas, en la oscuridad total que permanece cuando ya no queda nada, vimos a una tortuga gigante. Reconocimos a la tortuga que sostiene al mundo. Descansaba respirando quieta en la penumbra. Y supimos que hay momentos en que al mundo no lo sostiene nadie.  

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