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MARINERO IV
Esa mañana el marinero tiene dos certezas. La primera es que
González Batán es la ciudad más triste del mundo, y la segunda es que está
profundamente enamorado de la chica con la que estuvo en la casucha. Y estas
dos certezas lo van conduciendo a una tercera, que también podría ser una
incertidumbre: el amor es una niebla triste. Llovizna, porque siempre llovizna
cuando el marinero se siente así. Rodeado de basura sabe que no tiene nada que
perder, pero eso sí: puede perderlo todo. Tiene que encontrar a la chica. Cueste
lo que cueste. Jamás tuvo un impulso tan feroz. En un espejo sucio y partido
vislumbra al minotauro. Se desconoce y comienza a reconocerse. Este fue un
puerto equivocado, piensa justo un segundo antes de que el minotauro empiece a
pensar por él. Llueve y donde antes había un marinero melancólico ahora hay
otra cosa. Llueve sobre los desperdicios del mundo y la basura florece como si
la naturaleza tomara una nueva forma para sobrevivir.
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