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GUERRA III
Y como el puente ya es nuestro lo cruzamos. Pasamos sobre el
cuerpo del boxeador obeso que se empieza a enfriar mientras la vida se le
escurre, incontenible, emigrando, cambiando de forma, dejando nada más que un
cuerpo que se empieza a enfriar a la vera de un puente conquistado. Los
boxeadores obesos, las rubias y los puentes siempre están en guerra.
Conquistados y conquistadores. Pero son las rubias las que no envejecen nunca y
este puente ahora mismo es cruzado por una forma sin forma ni peso, algo sin
nombre que ahora mismo cruza el puente regresando al lugar al que regresaremos
todos el día que conquisten nuestro puente, ese que nos unía con las cosas.
Y como el puente ya es nuestro lo cruzamos. Pisamos el
barro, cruzamos una hilera de álamos y llegamos a una isla de basura. Basura y
agua, como un pantano de los desperdicios. El sol manchado en el cielo. La
tarde arqueándose en el horizonte. El Negro lleva a su araña inmensa en brazos
para que no se moje, como si de un caniche se tratara. La araña duerme como si
fuera un bebé. Presentimos el peligro.
Cuidado, nos dice desde algún lado el brujo sacerdote del
templo de Nana Borokúm.
El chico de las moscas va adelante. Parece conocer el
terreno. Parece conocer aquello que desconocemos.
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