miércoles, 9 de marzo de 2016

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MOSCAS


Llegamos a Yacaré, Corrientes, a la tarde. Un lindo poblado, bordeando los esteros. Nos recibió un gentío que iba y venía por un parquecito de diversiones. La calesita giraba lenta como una ruleta empastillada. Cinco o seis cerdos en un chiquero y un corral vacío. Dejamos el Dodge 1500 bajo un árbol artrítico y recorrimos el lugar. Nos llamó la atención un chico esparciendo moscas para alimentar a las gallinas. Estas se arremolinaban pegando saltitos, vuelos cortos, para atraparlas con el pico. El chico se divertía, las gallinas no tanto y las moscas decididamente no. Las moscas tenían ciertos rasgos humanos. Parecían pequeñas y oscuras caritas con alas. Más allá del detalle todo era tan normal que aburría. El chico se sumó, sin decir palabra, a nuestro grupo y seguimos la marcha. Nos había costado más de la cuenta llegar a destino y estábamos agotados. Esa misma noche teníamos que tocar en el casamiento de la hermana ciega del brujo sacerdote del templo Nana Borokúm. El brujo dejó de sonreír cuando nos dijo que estábamos en guerra. El chico nuevo parecía saber más de lo que aparentaba.     

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