lunes, 21 de marzo de 2016

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FRAGMENTOS

…durante 5 noches, al empezar el invierno, González Batán tiene mar. La ciudad se transforma en una ciudad portuaria, así como si nada. Pasadas las 5 noches el agua se repliega y emerge la llanura nuevamente. Así, como si nada.
Durante esas 5 noches anclan en sus costas diversas embarcaciones. Barcos petroleros, cruceros, naves insignias de otras patrias y demás. Suelen quedarse en puerto 3 noches y partir celosamente porque saben que el mar está de pasada en este sitio remoto del globo. Una de esas noches un marinero, igual a otros tantos marineros, es arrastrado por la sed, de bar en bar, como si estuviera subiendo niveles de un video-game etílico. El marinero, gran jugador, pasa las pantallas diestramente. Pero esta ciudad no es sopa y lo deja hacer. Cantinas y bares, parrillas, fondas, cabarutes. El marinero sabe el idioma pero unas erres y unas k latosas y unas shs le enrarecen el discurso...   

…en esta historia también aparece un detective. Un investigador melancólico de saco raído. Canoso. Barba de 6 días hábiles. Panza. Tos. Lleva una libreta donde apunta datos, direcciones, ideas, hipótesis. Por ejemplo podemos leer que hace unos días escribió: “el pibe de las moscas no sé si es un idiota o se hace”  

La Giganta se pierde todo el tiempo. Ya sea en un tren que jamás se detendrá o en el lejano oeste. En nuestro realismo sucio o en nuestro realismo mágico. Siempre se pierde La Giganta. Persiguiendo a una araña diminuta como si fuera detrás de una ironía. O más oscura que la peste oscura de una guerra medieval…     


…podemos oír el ruido de un tiempo y un espacio que se rompe...

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