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MALDITA HISTORIA.
Anochecía cuando La petisita tuerta vino a buscarme. La
recibí en la puerta del hotel París, el mejor de los peores hoteles de blablabla.
Me preguntó por qué lloraba y no supe explicarle. La petisa solamente quiere
robar caballos, insultar a las estrellas, coger. Viajar en tren, coger, ser la
nómada feliz. Nunca iría detrás del Junta-perros. Ni se rozaría con El dogo.
Caminamos unas cuadras, ella me hablaba de un caballo blanco
que juramos robar hace mil años. Un caballo con nuestros nombres grabados en
las herraduras. Nuestros nombres escribiéndose en los caminos por donde el
caballo galopara. Ir detrás de la dirección de nuestros nombres. Seguirnos para
encontrarnos. Eso me decía mientras caminábamos a la vera de los álamos en la
rivera del arroyo Las catonas. Las aguas
y las maldiciones. Chillaban los chimangos. Maldita historia. Maldita banda de
hard-rock. Dogo maldito. Entonces la vi: La Duenda , el tatuaje que habitaba la teta izquierda
de La Giganta ,
salía flotando por un desagüe.
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