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Y ASÍ PODRÍA SEGUIR...
No es fácil
mantener una banda de hard-rock en el González Satán, pleno conurbano del siglo
XXI. Pero no existe nada que sea fácil, lo que se dice fácil, por estos
lugares. Así que eso no es problema. El problema es que si a difícil le sumamos
ponerse en bolas porque sí, y si además le agregamos un saxofonista, decente,
que se prende y apaga como un velador histérico… esto no se lo dije. Claro. Lo
podía tomar a mal. Lo que sí le dije es que se dejara de joder y si no le
gustaba que el negro tocara desnudo que no lo mirara y listo, así de sencillo.
Me observó con lástima y piedad. Un cóctel fatal. Estuve a punto de retrucarle
que podíamos seguir tranquilamente haciendo hard-rock sin saxo (un delirio,
nosotros éramos ese saxo) pero no lo
hice y en cambio me bebí de un trago su desdén piadoso y lastimero. Hola, me
llamo Tal y bebo lo que me pongan a tiro. Mucho gusto, no, el gusto es mío.
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