jueves, 29 de octubre de 2015

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SÁNGUCHES O PALOMAS...


Hubo una época en la que El negro venía a la salita de ensayo de la calle Persia con una bandeja con sánguches de miga. Hacía unos meses le había festejado el cumpleaños de 15 a su hija, Carlita, y le habían sobrado. Estaban ya medio duros y con un gustito a  rancio, pero El negro les pegaba una calentada y los traía. Nos encantaban. Era común que El negro tuviera un sánguche de miga en el bolsillo fuera donde fuera. Podíamos estar yendo a comprar un palillo para la batería y de repente se escarbaba en la túnica, en uno de esos bolsillos profundos como cuello de jirafa y sacaba un sánguche. Parecía un truco de magia. Era como si aquellos sánguches fueran palomas aparecidas, como si dentro de esas túnicas de mierda El negro tuviera una fábrica de sánguches de miga. O de palomas. Ese negro sí que era un hijo de mil puta.

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