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SÁNGUCHES O PALOMAS...
Hubo una
época en la que El negro venía a la salita de ensayo de la calle Persia con una
bandeja con sánguches de miga. Hacía unos meses le había festejado el
cumpleaños de 15 a
su hija, Carlita, y le habían sobrado. Estaban ya medio duros y con un gustito
a rancio, pero El negro les pegaba una
calentada y los traía. Nos encantaban. Era común que El negro tuviera un sánguche
de miga en el bolsillo fuera donde fuera. Podíamos estar yendo a comprar un
palillo para la batería y de repente se escarbaba en la túnica, en uno de esos
bolsillos profundos como cuello de jirafa y sacaba un sánguche. Parecía un
truco de magia. Era como si aquellos sánguches fueran palomas aparecidas, como
si dentro de esas túnicas de mierda El negro tuviera una fábrica de sánguches
de miga. O de palomas. Ese negro sí que era un hijo de mil puta.
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