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LOS REYES LEPROSOS...
Tipo cinco
de la tarde, con exactitud londinense, por la avenida Ringo Bonavena pasaba un
camión llevando huesos, grasa, vísceras y otras pestilencias. Las llevaba a
cielo abierto dejando a su paso una ráfaga
de olor inmundo. Iba un tipo separando, cuchillo en mano, lo que servía de lo
que no, trepado a la caja. Parecía increíble que alguna de esas porquerías
pudiera servir para algo. Pero ese era un misterio más de los muchos misterios
que cruzaban la avenida. El negro decía que ese camión existía realmente en el
mundo medieval y estaba llevando restos de un leprosario a otro. Y le hicimos
una canción, esa que se llama “El camión del leprosario” y dice algo así como
que “de un leprosario a otro marcha el camión por la avenida sin parar y lo
observan los ancianos porque saben que los misterios también tienen el olor de
los huesos y la grasa que las muchachas ya no sacan a bailar…”
La letra es
mía pero la firmamos juntos con El negro. Es una canción triste que termina
diciendo que todos somos reyes leprosos y que vamos a ir a parar al camión
tarde o temprano. Es divertida, también. Depende de cómo se mire.
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