jueves, 29 de octubre de 2015

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LOS CAMIONES


La avenida tiene dos manos separadas por un bulevar. Da la sensación de que una de las direcciones te salva y la otra te condena. Ni El negro ni yo sabemos cuál hace cada cosa. Estamos sentados en la vereda mirando los camiones. Esta es la avenida de los camiones con acoplado que nunca se detienen. Llevan vaya uno a saber qué cosa de un lado a otro. Como si estuvieran boludeando. Nos da el sol otoñal en la cabeza y nos creemos felices. Lo miro a El negro y estoy a punto de decirle en tono de reproche que salga desnudo a la calle, también, si es tan cocorito. Una palabra que atrasa 50 años. Cocorito. Le paso la botella de cerveza y El negro toma y me la devuelve. Pucheamos en silencio. Nos fascina esta avenida que te salva o te condena. Jugamos a adivinar qué transportan los camiones. El negro dice que el que está pasando ahora, ese cascajo rojo óxido, lleva pescado. Me causa gracia. Le digo que no, que seguramente lleva metales pesados y combustión. El negro se ríe. El negro se ríe siempre. Tiene una dentadura perfecta, como si día tras día se fuera renovando sola. Y entiendo que si todos tuviéramos esos dientes también le sonreiríamos hasta al comisario.

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