lunes, 2 de noviembre de 2015

15

LAS MONTAÑAS DE BASURA

El bizco tocaba la guitarra sentado en un caño sobre una de las montañas de basura, no podía enchufarla en ningún lado pero así y todo sonaba eléctrica y con volumen. Lloviznaba. Lo miraba desde abajo, como si él estuviera en un altar. Tocaba un clásico pero yo no podía recordar cuál era. Como si mi oído y cerebro y corazón ya lo hubieran reconocido. Pero yo no. Una sensación rara. Las ratas correteaban por ahí y el cielo tenía los colores del fondo del abismo. De repente asomándose entre los desperdicios reconocí a un muñeco de trapo que había sido mío. Mi juguete favorito durante toda la infancia. Era imposible porque se había incinerado en el mismo incendio que nos había dejado sin casa. Pero ahí estaba. Al tiempo que lo levantaba me puse a llorar.

Algo me decía que eso no estaba pasando, que solamente era un sueño. El muñeco de trapo me guiñó un ojo y entonces desperté. Había dormido dos días seguidos porque previamente estuve tres días sin dormir. Un buen negocio, pensé, cuando pude armar el rompecabezas. 

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