sábado, 7 de noviembre de 2015

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EL DOGO Y LA GIGANTA


El dogo era el capo de la brigada de la comisaría 5. Nunca se supo a ciencia cierta cómo llegó a González Satán. Rumoreaban que un mal embrollo de los años 70 lo trajo a esconderse en este pozo ciego del mundo. Los otros 3 integrantes de la brigada no tenían nombre. O se hacían llamar de mil maneras, que es lo mismo. Todos los jueves cerraban el bar El hígado y se enfiestaban a todas las putas. Las putas odiaban los días jueves, no por anti-canas sino porque no cobraban un mango. Una noche La giganta, una atorranta hermosa y altísima con el cuerpo todo tatuado, harta de que la orinen y le hagan meterse la Thunder 9 en el culo se tiró por la ventana. La giganta era una sobreviviente de las mil y una noches así que no la iba a liquidar la altura de un primer piso. Pasó unos meses en el hospital. El dogo, encajetado,  le llevaba flores. La giganta quería ser gato. Y pasar al modo de invisibilidad.  

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