23
TU ARAÑA PERSONAL
El sacerdote del templo de nana Borokúm abrió la caja y dejó
salir a cuatro arañas. La mía era la negra, culona. Una araña horrible. A cada
uno le correspondía una diferente. La negra, culona, empezó a alejarse. Lo miré
a El bizco que estaba en cuclillas hipnotizado en su araña personal. La giganta
se despidió mientras seguía a la suya, una chiquitita. Parecía ir detrás de una
ironía. El negro, se limpiaba el sudor con la túnica de mierda, esa que se
ponía, parado junto a una araña del tamaño de su mano. Todos nos movíamos menos
El negro. Su araña privada estaba quieta, en la vereda de ese mediodía. El
sacerdote del templo de Nana Borokúm tiró la colilla a la zanja y se fue en un
dodge 1500 prehistórico. Antes dijo que nos encontráramos ahí mismo después de
media noche. Y antes había dicho que a cada uno le correspondía una araña
diferente. Y que no podíamos perderla de vista. Y que teníamos que ir unos
pasos detrás por donde quiera que la condenada vaya.
No hay comentarios:
Publicar un comentario