martes, 24 de noviembre de 2015

23

TU ARAÑA PERSONAL


El sacerdote del templo de nana Borokúm abrió la caja y dejó salir a cuatro arañas. La mía era la negra, culona. Una araña horrible. A cada uno le correspondía una diferente. La negra, culona, empezó a alejarse. Lo miré a El bizco que estaba en cuclillas hipnotizado en su araña personal. La giganta se despidió mientras seguía a la suya, una chiquitita. Parecía ir detrás de una ironía. El negro, se limpiaba el sudor con la túnica de mierda, esa que se ponía, parado junto a una araña del tamaño de su mano. Todos nos movíamos menos El negro. Su araña privada estaba quieta, en la vereda de ese mediodía. El sacerdote del templo de Nana Borokúm tiró la colilla a la zanja y se fue en un dodge 1500 prehistórico. Antes dijo que nos encontráramos ahí mismo después de media noche. Y antes había dicho que a cada uno le correspondía una araña diferente. Y que no podíamos perderla de vista. Y que teníamos que ir unos pasos detrás por donde quiera que la condenada vaya.

No hay comentarios:

Publicar un comentario