viernes, 13 de noviembre de 2015

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DIOS ATEO


Estábamos con El negro sentados en la vereda de la Ringo Bonavena. Pasaban las nubes y la tarde, y los camiones iban atontados por el calor de otro verano satánico. El negro se limpiaba el sudor con la punta de la túnica. Una de esas túnicas de mierda que siempre se ponía. Habíamos terminado de ensayar y seguíamos poseídos por el espíritu del rock que es como decir que habíamos vislumbrado al Dios ateo. El negro se había puesto en bolas recién en el final aporreando el platillo en ofrenda a Nana Borokúm. El saxofonista, por suerte, tenía los ojos cerrados. Soplaba notas que eran vientos del atlántico sur en la guerra de Malvinas. El bizco domaba a un toro con acoplado. Me eché un trago y creí entender algo sin sentido. Ahí se me ocurrió lo del Dios ateo. Un Dios que no se cree. Ya sentados a la vera de la Ringo Bonavena le dije algo a El negro, que me contestó otra cosa y así estuvimos hasta que la noche se nos cayó en la cabeza.  

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